Ciudad

Las nostalgias de los velorios en tiempos de pandemia

Por Carol Malaver. Solange Núñez es solo una de las personas que ha tenido que despedir a un ser que ama en tiempos del coronavirus. En la ciudad de Bogotá y en el mundo todo ha cambiado, hasta las honras fúnebres, uno de los rituales más importantes en la vida humana.

Hace nueve días falleció su padre de 79 años, el abuelo, el lector, el hombre de familia, el ser que tanto amaban, que tanto aman, así ya no esté presente.

“Había estado hospitalizado en Bogotá desde hace dos meses porque sufría de un cáncer de estómago pero nunca nos imaginamos que todo coincidiera: el fin del simulacro de confinamiento de Claudia López y la orden de Iván Duque de continuarlo”. Era un hecho, los habitantes del país tenían que confinarse en sus casas.

Marco Núñez era el abuelo que toda familia quiere tener. Amaba el campo y las plantas, acariciaba las flores y le gustaba sembrar. “Él vivía en Granada (Meta) y siempre fue un gran lector. Esa fue una de las grandes enseñanzas que nos dejó, se comía los libros de principio a fin”, contó su hija.

También les enseñó a resistir, a luchar hasta el final y sobre todo, el amor por la tierra. “Decía que la vida era lo más bello que Dios nos había dado. Lamentablemente sus fuerzas se agotaron y ya está descansando en la presencia de Dios”.

Los últimos días de Marco fueron difíciles para su familia. “Permaneció una semana en casa. Él era un paciente terminal, estaba muy malito, tenía marcapasos, enfermedad pulmonar, sus riñones fallaron, tenía un dolor que solo era posible controlar con medicamentos”.

Y aun así, mientras estuvo consciente, le decía a su familia que tenían que permanecer siempre unidos. “Mi papá siempre se gozó las reuniones familiares. Amaba ese plan. Y aun estando tan enfermo decía que se iba a recuperar para estar en la finca con toda sus amada familia, sus hijas y sus nietos. Él quería levantarse de la cama”.

Pronto los médicos le dijeron a la familia que Marco moriría y que tenían que estar preparados. “Ahí fue cuando yo llamé a la funeraria y en donde me explicaron que no íbamos a poder tener una misa, y que a las honras fúnebres no podrían asistir más de cinco personas lo mismo que en la cremación”. De un día para otro, lo que se solía hacer para despedir a su ser amado había cambiado.

Entonces Solange y su hermana Alba Patricia se prepararon, sabían que iba a ser duro pero no tenían otra opción. “Mi papá amaba tanto lo familiar que nunca imaginamos que la última despedida sería así”.

Esa tarde, en la funeraria Gaviria, se sentía aún más silencio de lo normal, hasta los murmullos de los visitantes recordando al fallecido habían desaparecido, era un día de lluvia, gris. “A la sala solo pudimos entrar mi esposo, mi hermana, mi sobrina y yo. Éramos solo los cuatro acompañando a mi papá”.

Tantos tíos, primos, amigos, allegados que lo conocieron, tantos que hubieran querido estar ahí solo pudieron recordarlo desde la distancia. Entonces la hermana de Solange, Alba  Patricia Núñez, tuvo una idea, porque eso sí, las llamadas y los mensajes de aliento no faltaron. “Ella escribió los nombres de todos los que no pudieron estar con nosotros en papelitos y los pegó en las sillas de la sala de velación que permanecían desocupadas. Fue una forma de sentirnos acompañados. Mirar eso como símbolo de los mensajes de amor fue muy reconfortante en estos momentos”.

Había papelitos por todos lados, incluso a los pies del ataúd estaba el nombre de su compañera de toda vida, su amada esposa, quien había compartido a su lado los mejores años de su vida. “Ella es una señora de 83 años entonces no podía salir de la casa, aun cuando en medio de su enfermedad, añoró estar ahí”.

También estaban los nombres de sus nietos amados Valeria y Santiago. “Uno de ellos está en España y pues debido a la crisis por el coronavirus le fue imposible viajar a despedir a su abuelo pero yo sé que de corazón él estaba con nosotros”, dijo Solange.

Aquel día tampoco hubo flores. Los negocios cercanos estaban cerrados y a la sala solo llegó una corona que nadie sabe cómo la hicieron entrar. “Las flores son algo tan tradicional que no se puede negar que su ausencia fue algo nostálgico”, dijo la familia del fallecido. 

El personal de la funeraria entendía la situación pero también que tenían que ceñirse a las reglas. Entonces su personal no escatimaba esfuerzos para consentir a sus clientes. Hubo ramo y velón, también aromáticas para calentar los cuerpos de la familia. La homilía fue corta pero amorosa, un sermón sencillo y sentido.

A las afueras del lugar, la escena no era normal, cafés y restaurantes estaban cerrados, no se sentía ni el bullicio del tráfico, no hubo oportunidad ni de almorzar. La ciudad parecía un pueblo fantasma.

Lo mismo pasó en el entierro del abuelo. No hubo ceremonias, ni canticos. Todo fue rápido. Eso sí, con la mente de todos recordando los legados de Aurelio.

El día terminó y la familia ya en casa no tuvo más opciones  que organizar una reunión virtual a través de una aplicación para rezar las nueve noches. “Desde ese día nos reunimos todas las noches desde su fallecimiento. Un día desempolvamos fotos y entre todos recordamos los momentos más bonitos. Fueron unas 35 imágenes”.

Adultos y jóvenes de la familia lloraron mucho por esta situación, extrañaron los besos, el valor de un abrazo, todo lo que ahora solo se puede hacer de forma virtual. Lo que hasta hace poco era tan criticado por alejar a la gente del contacto físico ahora es lo único que los acerca en momentos tan difíciles como despedir a un ser querido. “Pese a todo lo triste nos sentimos muy acompañados. Mucha gente nos expresó su afecto como pudo, no tenían otras opciones y todo eso fue hermoso para nosotros. Las llamadas fueron reconfortantes”.

Ver la sala de velación tan vacía fue doloroso. “Sin embargo les digo a las familias que a mal tiempo buena cara. Lo mejor es recordar a mi padre como el gran hombre que era. Pensarlo sentado en su mecedora leyendo un libro, comiéndose un sancocho, asando cachamas en el llano, escuchando música o tomándose sus traguitos de vez en cuando”.

Aquella noche el libro de las firmas quedó en blanco en la funeraria, así permanecerá hasta el día en el que todos los miembros de la familia, reunida de nuevo, como le gustaba a Marco, le dediquen unas letras, esas que un virus nos les permitió escribir.

La funerarias se reinventan

EL TIEMPO habló con voceros del Grupo Gaviria, uno de los más conocidos de la ciudad y ellos explicaron que ya tienen listas medidas de atención en sus funerarias frente al Covid-19. Trabajan para proteger la salud y seguridad de sus empleados a la vez que velan por la integridad de los familiares y allegados que deben decir adiós a un ser querido en medio de esta problemática.

Ante la crisis se han reinventado para ofrecer una atención integral, tanto para los propios empleados como para los familiares que deben despedir a su ser querido. Esto se ha logrado, dicen, gracias a que cumplen con las indicaciones establecidas por las autoridades sanitarias, permitiendo realizar una despedida segura.

“Somos conscientes que por nuestro objeto social somos primeros respondientes ante esta clase de situaciones. Nuestra misión siempre será estar dispuestos a apoyar y acompañar en momentos difíciles y de crisis”, dijo Beatriz Elena Álvarez Lozano, gerente general del Grupo Gaviria.

La compañía de servicios funerarios ha creado un protocolo de medidas. Recomiendan, por ejemplo, a los visitantes y usuarios de las funerarias y los servicios exequiales ”seguir de forma estricta” las indicaciones.

A sus clientes les recomiendan preguntar al personal en dónde se encuentra ubicada la sala y seguir las indicaciones para dirigirse hasta ella. También les sugiere evitar circular o permanecer en zonas comunes no destinadas a la velación, por ejemplo: recepción, pasillos, cafetería o baños públicos.

En cuanto a la duración de la visita se limita durante la velación. Se recomienda no permanecer en la sala por un tiempo superior a tres horas.

Otra de las disposiciones es permitir el ingreso solo al núcleo familiar, máximo 8 personas, guardando la distancia recomendada de dos metros. La Homilía en sala también se recomienda hacer de manera privada con el núcleo familiar.

El Grupo Gaviria asegura estar en constante comunicación con las autoridades sanitarias para actualizar los protocolos y procedimientos de acuerdo a los cambios que puedan existir en el entorno. “Estamos entrenados en apoyar y acompañar a las familias por encima de nuestras necesidades y las de nuestras familias”, concluye Beatriz Álvarez.

Finalmente todo el personal tiene que cumplir con normas  de aseo personal:

Al toser o estornudar, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado.

Higiene de manos frecuente (lavado con agua y jabón o soluciones alcohólicas).

Usar pañuelos desechables y tirarlos a los recipientes destinados tras su uso.

Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca, ya que las manos facilitan la transmisión.

Usar los elementos de aseo de la sala para la higiene personal.

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CAROL MALAVER
Subeditora sección Bogotá EL TIEMPO
Escríbanos su historia a carmal@eltiempo.com

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