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Adiós Dilan

Una cadena de incertidumbres y desaciertos pareciera haber sido la vida de Dilan Cruz que tuvo que cargar su propia cruz.

A los 3 años perdió a su padre de forma violenta. Siempre estuvo alejado de su familia y en constantes enfrentamientos con sus hermanas. A su corta edad buscó una salida que lo alejara de esa confrontación. No vivió como quiso, sino como le tocó.

Su madre, por varias circunstancias, llegó a la cárcel donde paga una condena en un centro penitenciario del Valle del Cauca. Por orden judicial le permitieron asistir al sepelio junto con sus dos hijas.

Así llegó Dilan al lugar de su último adiós. En un cajón de madera color natural que llevaba sus restos para ser sepultado en su última morada, de afán, porque su velación y sus honras fúnebres duraron un poco más de dos horas, sin lápida, y con muy pocas flores. Los costos fueron asumidos por el gobierno.

La madre, así como sus hermanas conciliaron con delegados del gobierno nacional y firmaron un acuerdo de confidencialidad para hacer todo más fácil. Sin declaraciones, sin marchas, sin cacerolazos, sin discursos, sin tambores, sin cornetas, sin señalamientos: “como no murió, lo mataron”.

Con el pacto que se hizo con delegados del gobierno se firmó una indemnización para la madre. Incluyo ese mismo acuerdo que la madre cumpla su pena en casa por cárcel y seguridad permanente con la posibilidad de poder salir del país.

No fue una vida fácil así, en plena adolescencia. Él estuvo en reformatorios, donde su rebelde personalidad siempre estuvo presente. Así lo constatan amigas que compartieron él estos programas de rehabilitación. El miércoles 27 de noviembre en horas de la mañana se cumplieron en completo hermetismo sus exequias, con una breve velación y una misa con escasos once invitados, incluidas su madre, sus dos hermanas y dos de sus mejores amigos del colegio.

En el mundo que rodeó a Dilan hay hasta último momento la incertidumbre y la duda. Ahora se rumora con insistencia que murió el 24 de noviembre a las 2 de la tarde y que la noticia se dio a conocer el lunes 25 a las 10 de la noche.

Una marcha, un día infortunado y un cielo bogotano marcaron el final de Dilan en una trágica tarde en la que un impacto letal le quitó la vida. Este doloroso hecho en las calles del centro de Bogotá debe servir de reflexión y una dura lección para los marchistas, para el Esmad. Es un episodio llama a replantear las estrategias para la disolución de marchas. No se puede repetir. Que sirva para romper el odio, la polarización, y que permita hallar la verdad, en donde todos los que participan son pueblo.

Ahora toca esperar qué explicación o versión dan el gobierno y la familia de la forma como fue sepultado, al parecer se programa una ceremonia religiosa simbólica sin el cuerpo de Dilan.

Adiós, Dilan.

POR: JOSÉ LUIS RAMÍREZ MORALES

E-Diario

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